"De Venezuela a Trump: Sheinbaum pone a México de nuevo en el centro del escenario político internacional" | EL PAÍS México
La presidenta de México arribó a la cumbre del G20 en Río de Janeiro con una declaración firme de intenciones. Claudia Sheinbaum mantuvo encuentros bilaterales con Joe Biden, de Estados Unidos; Xi Jinping, de China; Justin Trudeau, de Canadá y Emmanuel Macron, de Francia. Al llegar, se fundió en un cálido abrazo con Luiz Inácio Lula da Silva y posteriormente se reunió con el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric para consolidar su alianza con los Gobiernos progresistas de América Latina. También se tomó el tiempo para dialogar con los integrantes del MIKTA (Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia) y plantear ante los principales líderes globales la propuesta de destinar el 1% del gasto militar a programas de reforestación en respuesta al cambio climático. Después de un sexenio de ausencia y a pesar de contadas excepciones, el Gobierno mexicano retornaba a la primera línea de la política internacional.
El primer viaje internacional de Sheinbaum, a mediados de noviembre y a poco más de un mes de tomar posesión, sigue teniendo ecos y aún divide opiniones sobre si representó un viraje significativo respecto a la línea que había marcado su predecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador, frente al mundo. “Fue un cambio importante respecto a lo que se hizo antes, sostuvo reuniones al más alto nivel y sacó del aislamiento al que se había sometido al país durante el Gobierno anterior”, afirma el diplomático en retiro Ernesto Campos. “Se encuentra también con una coyuntura compleja, sobre todo a la luz del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos”, agrega.
La presidenta, con todo, mantuvo varios elementos que le fueron legados: desde lo simbólico ―la decisión de viajar en un vuelo comercial o las referencias a Benito Juárez en su discurso― hasta lo programático ―aprovechar el escaparate para políticas como Sembrando Vida o insistir en un trato de iguales con Estados Unidos. “Continuidad con cambio”, rezaba su eslogan de campaña, una paradoja omnipresente en el inicio de su mandato y que también se ha reflejado en los primeros atisbos de su política exterior. Esa aparente contradicción ha fijado también sus márgenes de maniobra en la silla presidencial, al aceptar el papel de heredera del proyecto político de López Obrador y, al mismo tiempo, mandar el mensaje de que buscará imprimir un sello propio al movimiento que ahora encabeza.